La obesidad es considerada y reconocida actualmente como una enfermedad crónica, que afecta a un gran porcentaje de la población mundial, constituyendo un grave problema de salud que ha alcanzado proporciones epidémicas. Su prevalencia ha aumentado de forma alarmante en los últimos treinta años, conduciendo al incremento del uso de recursos médicos, quirúrgicos, terapias farmacológicas, psicológicas y convencionales con un alto costo económico.
Se trata de un trastorno orgánico funcional que obliga a una modificación del estilo de vida de una persona y que tiende a persistir a lo largo de su vida.
Su definición, basada fundamentalmente en indicadores tales como el índice de masa corporal (IMC), porcentaje de masa corporal, tablas de peso o de peso total, está estrechamente vinculada con los cánones personales, culturales y sociales.
La obesidad está asociada con un deterioro tanto en la salud física, como en la salud psicológica que se ha vinculado a la discapacidad física y a una deteriorada calidad de vida en quienes la padecen. Por consiguiente, tiene efectos significativos sobre el curso normal de la salud y de la propia vida.
De acuerdo con la OMS la obesidad y el sobrepeso se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud, en la que el paciente alcanza niveles de peso muy altos y desproporcionados en relación con su estatura, sexo y edad. Se trata de una enfermedad multifactorial cuyo tratamiento debe ser multidisciplinario.